| DIARIO DE UNOS VEINTENARIOS DE LOS SESENTA Tercera parte ¡A cañonazos tuvieron que despertarnos al día siguiente! Con el traje de faena nos presentamos por segunda vez en la plaza y por segunda vez fuimos con “el manteca” a terminar su viña. La cosa funcionó como el día anterior, pero ¡Que horror! A la media hora los dolores de riñones eran terribles. ¡Bueno, ya se irán acostumbrando! decía Jose Ignacio. Pero sí, sí, aquello parecía que se iba a quedar crónico. No se ni como acabamos, pero recuerdo que “el manteca” nos llevó a su casa, nos invitó a cenar y nos estuvo contando sus penas. Un hijo suyo, que se había ido para fraile hacía algún tiempo, se había salido del convento y el padre no sabía qué hacer con él. “Ha perdido una oportunidad de estudiar”, decía el buen hombre. Supongo que recibimos nuestra paga (puede que José Ignacio tenga más detalles del final de nuestro contrato) y mi siguiente recuerdo es que cuando volvimos a la pensión estábamos todo pringosos, hasta tal punto que mi mono se quedaba de pie cuando me lo quitaba. |
miércoles, agosto 02, 2006
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