jueves, noviembre 02, 2006

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Ordenando unos papeles he encontrado el otro día unas reseñas de los tíos que quiero que conozcais.
Tío Juanito era mi padrino y con el matrimonio pasé, en Huesca, mis años del bachiller, por lo que su recuerdo es especial para mí, y espero que con esta entrada llegueis a saber qué pensaban de ellos sus amigos. En los dos casos la reseña es de la fecha de su muerte.
Franco García Bragado era un cirujano muy famoso en Huesca en la época en la que estabamos allí. Transcribo íntegramente su recuerdo:
In memoriam
Ha muerto Juanito Arias. Con este diminutivo cariñoso le llamábamos siempre sus íntimos amigos. Era un hombre bueno y un buen médico. Era lo que en estos tiempos de Seguros Sociales estamos empezando a echar de menos: "el médico de familia". Son muchas las madres, hoy quizá abuelas, que recordarán la mirada de esperanza con que le recibían cuando iba a ver a su hijo enfermo. Era un hombre pequeño pero encerraba una energía y un valor extraordinarios.
Fue el Jefe de Sanidad Militar durante el asedio de Huesca. Recuerdo aquél día de un cañoneo intensísimo que me sacó del quirófano para que me asomara a la puerta de Santa Ana. "Mira la humareda que hay por los Salesianos. Esto se está llenando y debíamos hacer una evacuación". Con la decisión que era su característica se hizo rápidamente. No dejamos más que los heridos graves en el salón de actos del Colegio, y en el edificio un capitán operado recientemente de un balazo en el vientre. Aún estaban los camiones a la puerta cuando cayó una granada del 15 y medio en la sala que estúvo llena de heridos.
Descanse en paz el buen amigo y el médico ejemplar.
Franco García Bragado.
Un tiempo antes, el día 2 de Julio de 1965, en el "Diario de Huesca", apareció esta reseña referida a su esposa Pilar Alzorriz:
N. de la R.- Quedamos trístemente impresionados al conocer, fechas atrás, el fallecimiento de doña Pilar Alzórriz de Arias. Varios años en la capital de España, doña Pilar continuaba estando y siendo de Huesca, donde sembró caridad a manos llenas en las Conferencias de San Vicente Paúl, con las mujeres obreras, en los días difíciles y hasta heroicos de los Frentes y Hospitales. Dios, en sus inescrutables designios, le reservó para el final de su vida una larga enfermedad, que sirvió para acrecentar su recia virtud. Agradabilísima mujer de especiales dones, dejó gratísimos recuerdos en nuestra ciudad. Hoy se llora su muerte y se pide por el eterno descanso de su alma.
Rogamos a Dios conceda resignación cristiana al esposo de la difunta, ilustrísimo señor don Juan Arias Ramos, tan querido de los oscenses.