Un homenaje a mi padre Nicolás Arias Ramos
En diciembre del año pasado recibimos una llamada del Dr. Jesús Elso Tartas del Colegio de Médicos de Navarra. El motivo fue anunciarnos que el Colegio quería hacer un libro con las vidas de los médicos que en cualquier pueblo de Navarra tuvieran una calle a su nombre.
Mi padre tiene una en Cintruénigo, donde ejerció durante veintiocho años.
Entre todos los hermanos preparamos una reseña de su vida y la enviamos a Elso, con la autorización para que la adaptara a la forma de las demás que tenía.
Publicó un libro, “Un paseo por las calles de nuestros médicos” que editó la Fundación del Colegio de Médicos de Navarra.
Jesús Elso fue recopilando la información que iba recibiendo hasta llegar a confeccionar un libro que para las familias de los protagonistas resultó algo muy emotivo, tanto como el acto que se celebró en Pamplona en la presentación, a la que nos invitó.
Asistimos los hijos (con excepción de Marili que por motivos “profesionales” no pudo desplazarse a Pamplona).
La reseña de mi padre es la siguiente:
Nicolás Arias Ramos
1903-1977
Durante 28 años ejerció como médico este hombre menudo de estatura, gigante como persona, afable, entregado a su profesión, dotado de un gran corazón, aunque débil, y de un peculiar sentido del humor. Así lo entendieron los cirboneros que quisieron perpetuar su ejemplar entrega otorgándole la distinción de nominar en su honor y recuerdo una calle del pueblo.
Sus predecesores
Su padre, médico e hijo de médico, se llamaba Don Juan Manuel Arias Gómez y era natural de Valladolid.
Su madre, Doña María Ramos Jiménez, era natural de Palenzuela –en la provincia de Palencia- y también tenía abundantes antecedentes médicos en su familia, pues era hija, nieta y biznieta de médicos. Un bisabuelo de ella llegó a sr Catedrático en la Facultad de Medicina de Santiago.
Del matrimonio de Don Juan Manuel Arias y Doña María Ramos nacieron diez hijos, de los que nuestro protagonista, Nicolás, era el séptimo. Tres de ellos (Indalecio, Rosario y Félix) murieron siendo lactantes.
José y Antonio estudiaron Derecho, llegando a ser el primero de ellos, Catedrático de Derecho Romano en las facultades de Valladolid y Santiago.
Ignacio fue industrial y sus hermanas Pilar y Eleana no cursaron carrera universitaria. Juan fue médico militar (alcanzó el grado de Coronel), participó en la guerra de África y en la contienda civil española, siendo jefe de sanidad militar en el asedio de Huesca y posteriormente director del Hospital del Generalísimo en Guadarrama.
El otro médico de la familia fue nuestro Nicolás.
Sus inicios
Nació en Agés (en la fotografía el ouente de un ojo de Agés), un pequeño pueblecito burgalés, el 6 de diciembre de 1903.
Tras estudiar bachillerato en Valladolid, inició la carrera de Medicina en esa misma ciudad, donde cursó los dos primeros años para trasladarse posteriormente a Santiago, en cuya Facultad se licenció el 14 de agosto de 1929. Se colegió en Burgos el 15 de noviembre de ese mismo año.
Tanto él como su hermano Juan eligieron, al iniciar su andadura profesional, pueblecitos que estaban cerca de Villafranca Montes de Oca, en donde ejercía su padre, para ayudarle sobre todo en los desplazamientos por los alrededores.
Durante ocho años, desde 1930 hasta 1938 ejerció en Villambistia, en la provincia de Burgos. Además del trabajo habitual, Don Nicolás aprovechó estos años para obtener el título de Inspector Municipal de Sanidad, y hacer el curso teórico-práctico de Obstetricia en la Facultad de Medicina de Madrid, conocimientos fundamentales en aquella medicina rural que se ejercía entonces en España.
Tras un periplo por Frías (Burgos), Montearagón (Toledo) y Oquendo (Álava) se afinca en Navarra: El año 1943 está en Sartaguda, pero en el año 1944 gana, por oposición, la plaza de médico titular en Cintruénigo de donde ya no se moverá hasta la jubilación, anticipada por su enfermedad coronaria, el 6 de diciembre de 1972.
En el Colegio Oficial de Médicos de Navarra figura su nombre con el número 799.
Compartiría su trabajo en Cintruénigo con otro ilustre médico, Don José Jiménez Borobia.
Don Nicolás se había casado con Doña María Luisa Fernández Peciña, natural de Leiva (La Rioja) en el año 1934.
Del matrimonio nacieron cinco hijos: María Luisa, Juan Manuel, María Nieves, Jesús María y Francisco Javier, el único nacido en Cintruénigo. Ninguno de ellos se decidió por la medicina.
El médico rural
Había que tener vocación y afán de servicio a los demás para ejercer con dignidad la medicina en aquella sociedad todavía inculta y empobrecida.
Sometido, como muchos de los colegas de su época, a grandes sacrificios, Don Nicolás los afrontaba con afabilidad, generosidad, grandes dosis de humor… y la inestimable colaboración y comprensión de su esposa. Sus hijos recuerdan a su madre asomada a la ventana, mirando si volvía a casa su marido, para que no tuviese que subir en vano las escaleras, ya que alguien había avisado para que fuese s visitar otro enfermo.
Siempre separado de sus hijos (si quería que éstos estudiasen) durante todos los años de su
ejercicio profesional sólo disfrutaba del entorno familiar durante las vacaciones estivales de los hijos porque él no guardaba fiesta. Sus hijos recuerdan que las primeras y únicas vacaciones que disfrutó fueron en el año 65 en el que, a bordo de un “850” recorrió durante una semana la cornisa cantábrica. Cuando, ya en Madrid, una vez jubilado, coincidía con sus hijos, a los que se habían ya añadido algunos nietos, comentaba Don Nicolás que aquello parecía la antesala del cielo.
Hombre de profundas convicciones religiosas, todos los días pasaba por la casa del cura para ponerle sobre aviso de los enfermos más graves.
Generoso con los necesitados, que eran muchos, no dudaba en sufragar los medicamentos que él mismo prescribía, y en ocasiones hasta una buena chuleta que ayudase a la farmacopea en el restablecimiento de su enfermo.
Especialmente cariñoso con los ancianos, siempre se hizo querer por ellos, y en señal de agradecimiento le brindaban los primeros frutos de la famosa huerta de Cintruénigo.
Afable, sabía escuchar a los enfermos. Una vez le preguntaron sus hijos por qué la mesa de su despacho- de estilo español y muy fuerte- estaba un poco agrietada en la parte de enfrente donde se sentaba él, y les contestó:”Ahí es dónde apoyan las manos los que vienen a la consulta cuando hablan conmigo. Muchas veces cura más escuchar y hablar que recetar”. Así era Don Nicolás.
No tenía otra afición que su vocación. Sólo algún partido de pelota en el frontón del pueblo con sus hijos y los toros, que aunque no eran de su devoción, siempre cumplió durante las fiestas patronales luchando hasta conseguir que hubiera un cirujano y ambulancia en los festejos taurinos.
Tres años después de su jubilación, el 2 de abril de 1975, el Ayuntamiento de Cintruénigo acordó por unanimidad dedicarle una calle de la Villa, que se denomina calle “Del Doctor Arias Ramos (Don Nicolás)”.
Ya jubilado, se trasladó a vivir a Madrid, aunque sin abandonar del todo la profesión, pues colaboró con el Doctor Cabaleiro poniendo a su disposición toda la experiencia cumulada.
No quería volver a Cintruénigo porque los recuerdos y las personas iban a afectar demasiado a su maltrecho corazón. Poco ante de morir, de incógnito, y acompañado por sus hijos, acudió a conocer la calle que el ayuntamiento le había dedicado. Le hizo una enorme ilusión, aunque nunca fue amigo de agasajos.
Don Nicolás Arias murió en Madrid, enla mesa de su despacho, de un ataque al corazón el día 2 de abril de 1977. Fue enterrado en el cementerio de la Almudena. Al conocerse la noticia en Cintruénigo, el pueblo entero acudió a los funerales que, en su recuerdo, se celebraron en la villa ribera, donde Don Nicolás pasó 28 años, quizá los mejores de su vida, entregado a su vocación de médico rural. Los cirboneros no le olvidarán.
En diciembre del año pasado recibimos una llamada del Dr. Jesús Elso Tartas del Colegio de Médicos de Navarra. El motivo fue anunciarnos que el Colegio quería hacer un libro con las vidas de los médicos que en cualquier pueblo de Navarra tuvieran una calle a su nombre.
Mi padre tiene una en Cintruénigo, donde ejerció durante veintiocho años.Entre todos los hermanos preparamos una reseña de su vida y la enviamos a Elso, con la autorización para que la adaptara a la forma de las demás que tenía.
Publicó un libro, “Un paseo por las calles de nuestros médicos” que editó la Fundación del Colegio de Médicos de Navarra.
Jesús Elso fue recopilando la información que iba recibiendo hasta llegar a confeccionar un libro que para las familias de los protagonistas resultó algo muy emotivo, tanto como el acto que se celebró en Pamplona en la presentación, a la que nos invitó.
Asistimos los hijos (con excepción de Marili que por motivos “profesionales” no pudo desplazarse a Pamplona).
La reseña de mi padre es la siguiente:
Nicolás Arias Ramos
1903-1977
Durante 28 años ejerció como médico este hombre menudo de estatura, gigante como persona, afable, entregado a su profesión, dotado de un gran corazón, aunque débil, y de un peculiar sentido del humor. Así lo entendieron los cirboneros que quisieron perpetuar su ejemplar entrega otorgándole la distinción de nominar en su honor y recuerdo una calle del pueblo.Sus predecesores
Su padre, médico e hijo de médico, se llamaba Don Juan Manuel Arias Gómez y era natural de Valladolid.
Su madre, Doña María Ramos Jiménez, era natural de Palenzuela –en la provincia de Palencia- y también tenía abundantes antecedentes médicos en su familia, pues era hija, nieta y biznieta de médicos. Un bisabuelo de ella llegó a sr Catedrático en la Facultad de Medicina de Santiago.
Del matrimonio de Don Juan Manuel Arias y Doña María Ramos nacieron diez hijos, de los que nuestro protagonista, Nicolás, era el séptimo. Tres de ellos (Indalecio, Rosario y Félix) murieron siendo lactantes.
José y Antonio estudiaron Derecho, llegando a ser el primero de ellos, Catedrático de Derecho Romano en las facultades de Valladolid y Santiago.
Ignacio fue industrial y sus hermanas Pilar y Eleana no cursaron carrera universitaria. Juan fue médico militar (alcanzó el grado de Coronel), participó en la guerra de África y en la contienda civil española, siendo jefe de sanidad militar en el asedio de Huesca y posteriormente director del Hospital del Generalísimo en Guadarrama.
El otro médico de la familia fue nuestro Nicolás.
Sus inicios
Nació en Agés (en la fotografía el ouente de un ojo de Agés), un pequeño pueblecito burgalés, el 6 de diciembre de 1903.

Tras estudiar bachillerato en Valladolid, inició la carrera de Medicina en esa misma ciudad, donde cursó los dos primeros años para trasladarse posteriormente a Santiago, en cuya Facultad se licenció el 14 de agosto de 1929. Se colegió en Burgos el 15 de noviembre de ese mismo año.
Tanto él como su hermano Juan eligieron, al iniciar su andadura profesional, pueblecitos que estaban cerca de Villafranca Montes de Oca, en donde ejercía su padre, para ayudarle sobre todo en los desplazamientos por los alrededores.
Durante ocho años, desde 1930 hasta 1938 ejerció en Villambistia, en la provincia de Burgos. Además del trabajo habitual, Don Nicolás aprovechó estos años para obtener el título de Inspector Municipal de Sanidad, y hacer el curso teórico-práctico de Obstetricia en la Facultad de Medicina de Madrid, conocimientos fundamentales en aquella medicina rural que se ejercía entonces en España.
Tras un periplo por Frías (Burgos), Montearagón (Toledo) y Oquendo (Álava) se afinca en Navarra: El año 1943 está en Sartaguda, pero en el año 1944 gana, por oposición, la plaza de médico titular en Cintruénigo de donde ya no se moverá hasta la jubilación, anticipada por su enfermedad coronaria, el 6 de diciembre de 1972.
En el Colegio Oficial de Médicos de Navarra figura su nombre con el número 799.
Compartiría su trabajo en Cintruénigo con otro ilustre médico, Don José Jiménez Borobia.
Don Nicolás se había casado con Doña María Luisa Fernández Peciña, natural de Leiva (La Rioja) en el año 1934.
Del matrimonio nacieron cinco hijos: María Luisa, Juan Manuel, María Nieves, Jesús María y Francisco Javier, el único nacido en Cintruénigo. Ninguno de ellos se decidió por la medicina.
El médico rural
Había que tener vocación y afán de servicio a los demás para ejercer con dignidad la medicina en aquella sociedad todavía inculta y empobrecida.
Sometido, como muchos de los colegas de su época, a grandes sacrificios, Don Nicolás los afrontaba con afabilidad, generosidad, grandes dosis de humor… y la inestimable colaboración y comprensión de su esposa. Sus hijos recuerdan a su madre asomada a la ventana, mirando si volvía a casa su marido, para que no tuviese que subir en vano las escaleras, ya que alguien había avisado para que fuese s visitar otro enfermo.
Siempre separado de sus hijos (si quería que éstos estudiasen) durante todos los años de su
ejercicio profesional sólo disfrutaba del entorno familiar durante las vacaciones estivales de los hijos porque él no guardaba fiesta. Sus hijos recuerdan que las primeras y únicas vacaciones que disfrutó fueron en el año 65 en el que, a bordo de un “850” recorrió durante una semana la cornisa cantábrica. Cuando, ya en Madrid, una vez jubilado, coincidía con sus hijos, a los que se habían ya añadido algunos nietos, comentaba Don Nicolás que aquello parecía la antesala del cielo.Hombre de profundas convicciones religiosas, todos los días pasaba por la casa del cura para ponerle sobre aviso de los enfermos más graves.
Generoso con los necesitados, que eran muchos, no dudaba en sufragar los medicamentos que él mismo prescribía, y en ocasiones hasta una buena chuleta que ayudase a la farmacopea en el restablecimiento de su enfermo.
Especialmente cariñoso con los ancianos, siempre se hizo querer por ellos, y en señal de agradecimiento le brindaban los primeros frutos de la famosa huerta de Cintruénigo.
Afable, sabía escuchar a los enfermos. Una vez le preguntaron sus hijos por qué la mesa de su despacho- de estilo español y muy fuerte- estaba un poco agrietada en la parte de enfrente donde se sentaba él, y les contestó:”Ahí es dónde apoyan las manos los que vienen a la consulta cuando hablan conmigo. Muchas veces cura más escuchar y hablar que recetar”. Así era Don Nicolás.
No tenía otra afición que su vocación. Sólo algún partido de pelota en el frontón del pueblo con sus hijos y los toros, que aunque no eran de su devoción, siempre cumplió durante las fiestas patronales luchando hasta conseguir que hubiera un cirujano y ambulancia en los festejos taurinos.
Tres años después de su jubilación, el 2 de abril de 1975, el Ayuntamiento de Cintruénigo acordó por unanimidad dedicarle una calle de la Villa, que se denomina calle “Del Doctor Arias Ramos (Don Nicolás)”.
Ya jubilado, se trasladó a vivir a Madrid, aunque sin abandonar del todo la profesión, pues colaboró con el Doctor Cabaleiro poniendo a su disposición toda la experiencia cumulada.
No quería volver a Cintruénigo porque los recuerdos y las personas iban a afectar demasiado a su maltrecho corazón. Poco ante de morir, de incógnito, y acompañado por sus hijos, acudió a conocer la calle que el ayuntamiento le había dedicado. Le hizo una enorme ilusión, aunque nunca fue amigo de agasajos.
Don Nicolás Arias murió en Madrid, enla mesa de su despacho, de un ataque al corazón el día 2 de abril de 1977. Fue enterrado en el cementerio de la Almudena. Al conocerse la noticia en Cintruénigo, el pueblo entero acudió a los funerales que, en su recuerdo, se celebraron en la villa ribera, donde Don Nicolás pasó 28 años, quizá los mejores de su vida, entregado a su vocación de médico rural. Los cirboneros no le olvidarán.