miércoles, octubre 24, 2007

LA FAMILIA ARIAS RAMOS Y LA AMISTAD - II

LA FAMILIA “ARIAS RAMOS” Y LA AMISTAD-II.


La comarca

La hoy llamada comarca de Montes de Oca podría ser muy bien la comarca de menor extensión de la provincia de Burgos, pero por sus características paisajísticas y artísticas es, sin duda, una de las más interesantes. Coincide básicamente con el antiguo partido judicial de Belorado, aunque se extiende ligeramente hacia el oeste penetrando en lo que era el partido judicial de Burgos capital. Administrativamente, la comarca se articula hoy en día en la Mancomunidad de Municipios de Oca-Tirón que lleva el nombre los dos ríos más importantes de la misma.
La capital de la comarca es, y era en tiempos de Don Juan, la villa de Belorado, que entonces albergaba todos los servicios como notarias, juzgado, etc., y que hoy sigue siendo el centro comercial y social más importante de la zona. Aunque situada en la provincia de Burgos, geográficamente, paisajísticamente, e incluso culturalmente, la comarca presenta un carácter unitario con La Rioja Alta ─tanto que Fray Mateo de Anguiano decía en el siglo XVIII que “La Rioja es un valle que comienza en Villafranca Montes de Oca y termina en la Villa de Ágreda”─. Sin embargo, históricamente la comarca tuvo un carácter fronterizo, entre los norteños autrigones y los mesetarios vacceos en la época prerromana, o entre castellanos y navarros en la alta Edad Media. Dice el poema de Fernán González que “Entonces era Castiella un pequenno rincón. Era de Castellanos Monte d’Oca mojón”.
El Camino de Santiago, que básicamente coincide con el actual trazado de la Carretera Nacional 120, recorre la comarca de este a oeste. Un peregrino observador que vaya hacia Santiago, verá que el camino es también el límite de dos paisajes bien diferentes: a su izquierda, y tras unas tierras de cereales, aparecen frondosos bosques: primero los riojanos Montes de Áyago, que también penetran en Burgos, y luego, pasado Belorado y a partir de Villambistia, los Montes de Oca. A su derecha unas colinas desprovistas de vegetación, conocidas en la zona como “Las Lomas”, que separan esta comarca de la de La Bureba. Las colinas del periodo Terciario albergan en su seno yacimientos de glauberita y yeso, algunos de los cuales son explotados en la actualidad. Al lado de estos cerros, los ríos Tirón y Oca han labrado valles donde aparecen bosques de ribera y cultivos de huerta. El primero, tras pasar por Cerezo de Río Tirón, dejará Burgos para penetrar en La Rioja por los pueblos de Tormantos y Leiva, y seguir su camino hacia el Ebro. El segundo, el río Oca, excavará en las colinas de “Las Lomas” el Valle de Oca antes de penetrar en La Bureba y finalizar su curso también en el Ebro. Esta dicotomía del paisaje seguirá hasta Villafranca Montes de Oca, donde el bosque que el peregrino deja a su izquierda se prolongará hacia su derecha y se levantará, cual muralla verde, hasta atravesar la carretera por el puerto de La Pedraja y el Camino de Santiago por el alto de Valbuena, que, con sus 1162 metros de altura, es la cota más alta de los Montes de Oca, y dejará a Villafranca en el fondo de un valle. Cuando se atraviesan los montes por el alto de La Pedraja, se deberán recorrer unos trece o catorce kilómetros rodeados de bosque autóctonos y pinos de repoblación antes de abandonar los Montes de Oca. El peregrino que siga el Camino de Santiago tendrá que subir una cuesta dejando a su izquierda la iglesia parroquial de Villafranca dedicada a Santiago Apóstol. La iglesia tiene algunos tesoros artísticos de interés, como el magnífico retablo situado en el crucero dedicado a la Asunción de la Virgen, que es obra de Rodrigo de la Haya, autor también del retablo situado en el altar mayor de la catedral de Burgos. Algo más arriba de la iglesia, a su derecha, encontrará el Hospital de Peregrinos de San Antonio Abad o de La Reina, fundado por la reina Juana Manuel, hija del infante Don Juan Manuel, y esposa del primer rey de la dinastía de los Trastámara, Enrique II. La reina concedió al administrador del Hospital, generalmente un clérigo, la Jurisdicción de los Montes de Oca, que comprendía catorce pueblos, de manera que él mismo se convirtió en el verdadero “señor feudal” de la zona.
Tras ascender otro kilómetro y medio de empinada cuesta, el peregrino verá recompensado su esfuerzo con un buen trago de agua en la fuente de Mojapan, y sobre todo, si vuelve sobre sus pasos y dirige su mirada hacia La Rioja, podrá disfrutar de una fantástica vista, una de esas vistas que a veces ofrecen los lugares fronterizos, y que le permitirá contemplar: tres Comunidades Autónomas ─Castilla-León, La Rioja y País Vasco─, tres sistemas montañosos ─Ibérico, Cantábrico y Montes Vascos─, y dos cuencas fluviales ─las del Ebro y el Duero─. Mirando a su derecha, el peregrino se encontrará en el valle con Villafranca Montes de Oca y la explanada donde se asentaba su viejo castillo, que fue completamente destruido en el siglo XIII durante la contienda entre Alfonso XI y los prepotentes Núñez de Lara. Junto a Villafranca se encuentra el río Oca, que aguas arriba encontrará, en las proximidades de la ermita de la Virgen de Oca, sus fuentes de la Virgen y San Indalecio (nombre muy familiar para los Arias Ramos) que fue, según la tradición, primer obispo de la diócesis de Auca (Oca), madre de todas las iglesias de Castilla y documentada desde el obispo Asterio, que acudió al tercer Concilio de Toledo. La diócesis permaneció en Villafranca hasta 1075, cuando fue trasladada a Burgos por el rey Alfonso VI. El río entra más arriba en el “alto Oca”, excavando el desfiladero de La Hoz-Somoro en las rocas calizas del Cretácico, para pasar después al valle y pueblo de Alba, ambos desaparecidos hoy bajo las aguas del pantano del mismo nombre. Poco más allá, el río ha formado en las rocas del cretácico un desfiladero más angosto, el de Punegro.
Alzando su vista desde el valle de Villafranca, el peregrino podrá contemplar una buena extensión de los Montes de Oca con sus bosques autóctonos de robles, rebollos, hayas y, en menor medida, abedules, tejos, acebos y azcarrios, además de pinares de repoblación (pino insigne). En el interior de estos bosques se encuentran los pueblos más montaraces de La Jurisdicción: Puras de Villafranca, Ahedillo, Villamudria y Rábanos. Don Juan Manuel Arias era también medico de estos tres últimos pueblos, así como de Alba; todos ellos eran ─también lo son parcialmente en la actualidad─ inaccesibles por carretera, de forma que Pilar Arias no podía utilizar su coche para llegar hasta ellos, y para visitar a sus pacientes Don Juan debía utilizar un caballo para desplazarse hasta los mismos. Duro trabajo el de médico en aquella época, especialmente en la temporada invernal.
Por encima de los montes se presenta ante la vista del peregrino la imponente Sierra de la Demanda, la primera del Sistema Ibérico, que se yergue majestuosa desde el pico San Lorenzo hacia oriente, el cual, con sus 2271 metros de altura, es el pico más alto de La Rioja y que cobija las pistas de esquí de Valdezcaray, hasta el pico San Millán hacia occidente, que con sus 2131 metros el la cota más alta de la provincia de Burgos. Las aguas de esta sierra dan origen a los ríos Tirón y Oca que vierten sus aguas al río Ebro y al río Arlanzón, que tras pasar por Burgos sigue su curso hasta el padre Duero. Si dirige su mirada al frente, el peregrino verá las peladas colinas de “Las Lomas”, con sus riquezas salinas que le impedirán ver la comarca de La Bureba; sin embargo a la izquierda de las misma, en la lejanía, divisará los Montes Obarenes y la Mesa de Oña, que forman parte de la zona más septentrional de Sistema Cantábrico. En el centro y tras “las Lomas”, los Riscos de Cellorigo y Bilibio en Haro; a la derecha de los mismos la alavesa Sierra de Cantabria y los Montes de Toloño, y aún más alejados, tras los Riscos de Bilibio, Los Montes de Vitoria. Todas estas sierras y montes forman parte de los Montes Vascos.
Por último, el peregrino puede dirigir su mirada hacia occidente para ver la ruta que debe seguir para ascender los Montes de Oca en su caminar hacia Santiago. En ella aparece un espeso bosque de roble rebollo que le conducirá hasta el Alto de Valbuena; desde este punto aún le restarán ocho o nueve kilómetros de bosque ─principalmente pinos de repoblación─ hasta llegar al monasterio de San Juan de Ortega, con su ábside románico que data de la época del santo caminero y su iglesia gótica y monasterio anexo, mandados construir para los monjes jerónimos por el judío converso burgalés Salomón ha-Levi, que tras su conversión llegó a ser arzobispo de Burgos con el nombre de Pablo de Santa María, el cual fue también consejero y fiel colaborador del rey Don Enrique “El Doliente” y educador del futuro Juan II. Posteriormente, la iglesia del monasterio fue concluida por el hijo del anterior, también arzobispo de Burgos, Alonso de Cartagena. A muy pocos kilómetros del monasterio, dejando a la izquierda el pueblo de Santovenia de Oca, se encuentra Agés, último de los pueblos de Montes de Oca y muy próximo a la hasta hace pocos años casi desconocida, y hoy mundialmente famosa, Sierra de Atapuerca. En Agés debió ejercer de médico Don Juan Manuel Arias antes de ir a Villafranca y debieron nacer algunos de sus hijos, concretamente sé que Eleana nació en este pueblo, y allí, en su espléndida iglesia gótica dedicada a Santa Eulalia de Mérida, serian bautizados. Quizás el amor a mi tierra chica haya hecho que me haya extendido un tanto en la descripción de la comarca de Montes de Oca, descripción que por otra parte es relevante para situar a los Arias Ramos en el entorno donde vivieron, y donde Don Juan ejerció su profesión casi toda su vida.

Alfonso Bonilla Bonilla

LA FAMILIA ARIAS RAMOS Y LA AMISTAD - I

LA FAMILIA “ARIAS RAMOS” Y LA AMISTAD-I.

El origen

Hace algunos meses buscando en los “blogs” de Google temas relacionados con Villafranca Montes de Oca, topé con el blog que la familia Arias Ramos, la nueva generación de Arias Ramos, dedica a la genealogía de esta entrañable y fantástica familia. Su hallazgo supuso para mí una gran alegría, y pensé, además, que yo también, como miembro de una familia que siempre tuvo una gran amistad con los Arias Ramos, podría poner mi pequeña aportación al mismo. Así que decidí escribir unas breves líneas ─al final ha resultado un texto más extenso de lo que pensaba─ para resaltar la idea y el concepto que sobre la amistad tenían, en mi opinión, todos los miembros de la familia Arias Ramos. Por otra parte confío que, dentro de este contexto de análisis de la amistad, podré contar algunas anécdotas y recuerdos de la familia, tanto de su dilatada estancia en Villafranca Montes de Oca ─Don Juan Arias Gómez ejerció de médico en Villafranca durante más de veintitrés años─ como de épocas posteriores.
Mis abuelos maternos, Constancio Bonilla e Irene Barrio, tuvieron la tremenda suerte de gozar de la amistad de Don Juan Arias y Doña María Ramos. Esta amistad continuó, se acrecentó y se hizo perdurable entre los hijos de Don Juan y Doña María y los de mis abuelos: mi madre Luisa y mi tío Constancio. Años más tarde, cuando mi madre y mi tío contrajeron matrimonio, también mi padre, Aurelio Bonilla, y mi tía, Pilar Gavín, pasaron a formar parte de los amigos de la familia Arias Ramos. Lamentablemente, de esta generación solamente mi madre, Luisa Bonilla, vive en la actualidad. Ella me ha contado, siempre con gran cariño y emoción, las muchas vivencias y recuerdos de su amistad con esta familia, que yo, en parte, intentaré transcribir aquí.
Mis abuelos, mis padres y mis tíos compartieron con los Arias Ramos sus alegrías y tristezas, momentos cotidianos y momentos excepcionales, confidencias e intimidades, ayudas mutuas tanto materiales como espirituales, e incluso algo que es poco común en la actualidad, como son sus creencias y oraciones. Se dirá que esto es lo que comparten normalmente los amigos, y es verdad, pero lo que hace excepcional la amistad y el concepto de amistad que tenían los Arias Ramos es que este “compartir” se hacía siempre dentro del más profundo respeto a la intimidad familiar de los amigos, y sobre todo, al mas estricto respeto a su libertad personal. Se conocían intimidades personales, pero nunca, ni en lo más mínimo, se utilizaban las mismas para la murmuración y el cotilleo, vicios hoy, por desgracia, tan comunes también entre los amigos. Se tenían diferentes opiniones políticas, religiosas, etcétera, pero el respeto a la libertad personal del otro era tal que impedía cualquier discusión; discusiones que, con frecuencia, son estériles, y a veces, un obstáculo para que la amistad sea duradera. Tal era el respeto que los miembros de esta familia tenían a la libertad de sus interlocutores que, a veces, daba la sensación de que su comportamiento pecaba de excesiva sobriedad y timidez, lo que podría suponer que su amistad era un tanto fría. Nada más lejos de la realidad, pues su amistad era entrañable, profunda y cálida. Eso se debía a que este respeto a la privacidad familiar y libertad personal de los amigos se adornaba con tres virtudes, hoy, por desgracia, poco comunes, que eran características de los Arias Ramos: la hombría de bien, la gallardía, y por encima de todo, el señorío. Señorío entendido en su acepción más profunda de dominio y libertad en el obrar, sujetando las pasiones a la razón.
No sé de dónde pudo venir a los Arias Ramos esta manera de entender la amistad, que conlleva un profundo amor a la libertad del amigo y que se realiza desde este señorío que ya he mencionado. Repasando un artículo que el profesor García de Enterria escribió en ABC en memoria de Juan Antonio Arias Bonet, he comprobado que al hablar de Don José Arias Ramos menciona su sentido gineriano; quizás fuera este espíritu del hermano mayor el que influyó en la forma de comportarse de los hermanos menores. Sin embargo, yo creo que el verdadero artífice de este concepto de la amistad que tenían los Arias Ramos debió de ser Don Juan Manuel Arias Gómez, en su forma de entender la vida y de educar a sus hijos. Su educación debió, sin duda, complementarse con éxito gracias a las muchas virtudes que debieron adornar a Doña María, en especial, su profunda piedad. Una amistad así entendida, y duradera en el tiempo, es, como dirían ahora los jóvenes, una autentica “gozada”. Por todo lo dicho, tener amigos como los Arias Ramos no es solo tener un tesoro, sino que también es una autentica bendición del cielo.
Don Juan debió llegar a Villafranca Montes de Oca hacia 1912 o 1913, pues su hijo menor, Antonio Arias Ramos, nació en Villafranca en 1913 (lo sé porque Antonio era quinto de mi padre[1]). La casa del médico se encontraba en el número 44 de la calle Mayor, casi la única calle del pueblo, pues como muchos pueblos situados en el Camino de Santiago está formado casi solamente por una sola y larga calle, que tiene unos 130 números. La casa que habitaron los Arias Ramos conserva su exterior en la actualidad prácticamente igual que cómo era cuando la familia vivía en ella. Frente a la casa hay un pequeño paseo, y la carretera nacional 120 (Logroño-Vigo) que aún hoy recorre el pueblo; un poco más allá se levanta otra hilera de casas. Ésta era la visión que tenían los hijos de Don Juan cuando iban de vacaciones a Villafranca desde los distintos centros universitarios. Durante las vacaciones de Navidad las nevadas debían ser frecuentes y monumentales, y apetecía quedarse en la cama. Pilar Arias me dijo en una ocasión que sus hermanos, al ver la intensa nevada que había caído la noche anterior, solían decir: “pues yo no me levanto hasta que la nieve no llegue a las ventanas de Prudencio Moral”. La casa de Prudencio estaba situada frente a la suya, al otro lado de la carretera, y las ventanas estaban situadas a más de un metro del suelo.
En la casa vecina a la del médico, en el número 42 de la calle Mayor, debían vivir cuando llegó Don Juan a Villafranca, una hermana de mi abuelo, Filomena Bonilla, y sus nueve hijos. Uno de ellos, el tío Alejo ─la familia Bonilla era tan pequeña que yo siempre llamaba tíos a estos primos de mi madre─, que llegó a ser teniente coronel de farmacia y que fue fundador de la Sociedad Filarmónica de Burgos, era conocido de Pilar y Eleana Arias con quienes coincidía anualmente en los conciertos de la plaza porticada de Santander, y al que ellas identificaban desde lejos por su aspecto inconfundible. Los Arnaiz Bonilla, o los Bonillas, como siempre fueron conocidos en Burgos, se mudaron a la capital de la provincia al poco tiempo de llegar Don Juan a Villafranca. Mi abuelo, quien debió quedarse viudo y sin hijos por aquellas fechas, decidió comprar la casa a su hermana. Posiblemente se estableció entonces una buena relación de vecindad entere mi abuelo y los Arias Ramos, que con el tiempo se transformaría en amistad. Pocos años después, mi abuelo contrajo de nuevo matrimonio con mi abuela Irene, que por entonces debía contar con 28 o 29 años, por lo que, “con tan avanzada edad”, era catalogada en la época como “moza vieja” sólo casadera con un viudo y con años. Mis abuelos se llevaban 17 años, pero a pesar de la diferencia de edad el matrimonio resultó perfecto. Sería a partir de la fecha de su matrimonio cuando la relación de amistad entre las dos familias se acrecentara.
Antes de llegar a Villafranca Montes de Oca, Don Juan, y posiblemente también Don Indalecio (creo, aunque pudiera estar equivocado, que también era médico), debieron ejercer la medicina en otros pueblos de la comarca de Montes de Oca como Villambistia (se les llama "cascones") o Agés, por lo que quizás sea interesante que me detenga un poco en describir esta comarca de la provincia de Burgos.

Alfonso Bonilla Bonilla
[1] Según se recoge en el libro La asistencia sanitaria en el Camino de Santiago: El real hospital de San Antonio Abad de Villafranca Montes de Oca (Burgos), de Mª Ángeles Machín y Rosa Basante (Fundación COFARES, Madrid, 2004), Don Juan Manuel Arias fue médico de Villafranca y su hospital desde octubre de 1912 a enero de 1936.