martes, junio 24, 2008

Un viaje a Villafranca Montes de Oca - II

Salimos de la Iglesia y subimos al cementerio, pues Alfonso nos había dicho que sabía dónde había estado enterrado el abuelo Juan Manuel, aunque ahora no quedara ni a cruz ni la placa que decía quién había sido enterrado allí y en qué fecha. Parece ser que el cementerio, en vista de que quedan solamente 80 vecinos en el pueblo y hay pocas defunciones, utiliza las fosas que llevan muchos años sin abrirse para enterrar a los muertos. Rezamos un Padrenuestro y volvimos a reunirnos con los que no habían subido.
Pasamos por el recinto cerrado de lo que fue el Hospital de Peregrinos, del que era médico titular el abuelo. Parece ser que tienen intención de abrir un Hotel y de momento no dejan verlo… pero pudimos hacer un par de fotos.
Nos había hablado Alfonso de que en lo que llaman la casa del pueblo había un archivo en el que se guardaban documentos y recuerdos del Hospital, incluso me había enviado por Internet un escaneado del recibo del abuelo a su paga como médico titular (200 pesetas cada seis meses, una peseta diaria (¿), que supongo sería una pequeña fortuna). Con el paso del tiempo y el abandono se empezaron a deteriorar los documentos en los que se recogían las cuentas de los créditos que hacía el Hospital, los nombres de las personas que recibían el dinero, los datos sobre la administración, etc. Hace un tiempo se sacaron todos los libros y se llevaron allí. Ahora se controla la temperatura y el grado de humedad, se encuadernaron algunos de ellos y se guardaron en armarios, después de haberlos ordenado por asuntos. El documento más antiguo está fechado en el año 1401 y es de tiempos del Rey Enrique IV de Trastámara. Hace referencia a un Privilegio o algo así. Además hay un pequeño museo de cosas que han ido encontrando en el campo, a veces en modestas excavaciones y otras al realizar trabajos de labranza en fincas particulares. Hay objetos de la época romana, y aún anteriores, mosaicos, aperos para el campo, a parte de los no tan antiguos que reconocimos de nuestra niñez. También hay cosas que se sacaron del Hospital, como pinzas, fórceps, lavativas, jeringuillas platos de loza, uuna cama de hierro con su jergón , ropa de cama, colchas, sábanas, almohadones, …En fin, algo sorprendente.
Entre una y otra cosa pudimos ver a Remigia, la hermana de nuestra Secun. Vive enfrente de Luisa, al lado de la casa en la que vivieron los abuelos. Salió a saludar a todos, y ante mi invitación para que se añadiera a la comida me dijo que “estaba muy jodida de la espalda”, así que nos despedimos de ella hasta otra ocasión.
Pasadas las tres fuimos al restaurante en el que Alfonso había reservado mesa, “el Pájaro”, que está a la entrada de la carretera de Logroño, un restaurante para camioneros con un hermoso solar para aparcamiento. Los del lugar nos hablaron de la peligrosidad que hay con el tráfico de camiones y semi-remolques, pues la acera es muy estrecha, me parece recordar que en un trozo incluso no hay acera, y no es que los camiones vayan despacio.
Comimos muy bien. “Cosas” para picar (jamón, chorizo, lomo…), una buena ración de cordero con ensalada, buen vino, postre café. Al terminar fuimos Rosa y yo a por un ramo de flores que había traído de Madrid (lo decidimos pensando que en Villafranca no habría floristerías) y se lo dimos a Luisa. Pude observar en ella una mirada de complicidad con su hijo Alfonso. Se emocionó bastante. Nos hicimos todos juntos una foto de recuerdo. Al final de la comida vinieron los dos amigos de Alfonso, que se habían disculpado ante nuestra oferta para que comieran con nosotros.
Al acabar acordamos ir a la ermita de la Virgen de Oca y a las fuentes de san Indalecio, después de dejar a Luisa en su casa.
La ermita está en una zona muy bonita y muy próxima a las fuentes. Alfonso me confirmé que en la explanada que hay al lado es donde se hizo la foto del abuelo en lo que creemos era una romería. Las fuentes están a unos 200 m. Tuvimos que atravesar por un pequeño puente de piedra que cruza el río recién nacido. Sorprende el caudal. Cuando volvíamos andando llegaron dos coches de la Guardia Civil. Supimos que los habían avisado porque un excursionista, en coche, se había quedado atascado en el monte. No supimos en qué quedó el asunto.
José Ignacio, Josefina y Rosa quisieron volver a Madrid antes de que anocheciera. Los demás subimos al Pantano (la presa de Alba). Hay una preciosa vista con la sierra de la Demanda como fondo, con el pico San Lorenzo.
Nos despedimos y Alfonso nos aconsejó ir a dar la vuelta en Villafranca y no hacerlo en la carretera pues son un peligro los coches y camiones que bajan la Pedraja, así que le hicimos caso, y al pasar le vimos a la puerta de su casa. Paramos para decirle que queríamos ir a Villambistia y se ofreció a acompañarnos. Les comenté que aún solteros, Enri y yo fuimos a ver a la abuela Ángeles a Leiva, ¡hará unos 44 años!, y pasamos por Villambistia. Fue la última vez que vi a Isabel (mi tata “Fabel”),tenía cuatro hijos que estaban desperdigados por España. LLegamos a Villambistia y vimos a su hermana, a la que localizamos gracias a dos ancianos del lugar que estaban en un cruce la calles. Al principio, al preguntar por ella no caían, hasta que al decirles que heramos hijos del que fue médico, y que yo había nacido allí, recordaron a mí padre y uno le dijo al otro, refiriéndose a Isabel: “… si, coño, la que estaba con don Nicolás”. No se como se llama su hermana, pero hablando con ella nos dijo que nuestro padre estuvo de pupilo en casa de su abuela, mientras estuvo soltero.
Volvimos dejando a Alfonso en Villafranca y Jesús y yo continuamos viaje hacia Madrid.
Solo resta comentar que hicimos un viaje disfrutando de un tiempo típico de la primavera. Sol, nubes, lluvia, tormentas y algo extraordinario que jamás me había ocurrido. Siempre se decía que el Arco Iris es precioso pero que por mucho que vayas hacia él, nunca le alcanzas. Pues nosotros le alcanzamos y le arrollamos con el coche. Pasado Burgos se veía hacia el lado izquierdo de la autovía. Unas veces más intenso y otras menos, pero allí durante un buen rato. Jesús, como Chelo estaba en Valladolid en su reunión de alumnas del Colegio, siempre me decía: “Fíjate que hermoso sol hay por Valladolid, conduce hacia allí”, pero la autovía iba por donde debe ir, de manera que poco antes de llegar a Lerma, la cosa se puso dura y además empezó a llover. Estábamos adelantando a un camión cuando alerté a Jesús de que íbamos a atropellar al Arco Iris, y efectivamente, nada más pasar al camión arrollamos al extremo que tocaba tierra del Arco, que había llegado a una intensidad de colores increíble. Fue una experiencia única y la pena fue no haber podido hacer una foto.
Como paramos en Aranda, llegábamos a Madrid justo a tiempo para que Jesús coincidiera con Chelo en la estación, donde le dejé sin novedad.

2 comentarios:

JuanManuel dijo...

¡Vamos Jesús! Sólo tienes que seguir las instrucciones que dan para dejar comentarios.
Juan Manuel

Unknown dijo...

A ver si siguiendo tus instrucciones sale